Entrevistó: M. Elena Fotos: Perfecto
(Publicado en abril de 2009)
Alberto Enrique Rodríguez Espinosa, el maestro o simplemente Alben, es todo un personaje dentro y fuera del mundo del humor gráfico. ¿A quién se le ocurre proponer un hospital para hacer una entrevista? “Así fluyen mejor las ideas”, me dijo, y nos encontramos en la sala de Urología del hospital Salvador Allende, donde había ingresado para una operación. Con su envidiable buen carácter de zorro viejo, no hacía más que “meterse” con las enfermeras. Había que decidir, o lo interrumpía o amanecía con él en la sala esperando a que terminaran sus animadas charlas. Decidí lo primero.
¿Recuerdas la primera vez que hiciste una caricatura?
Sí, me la pidieron para una marca de cigarros que se llamaba Regalías el Cuño y se publicó en un periódico de Santa Clara.
Si te la pidieron fue porque ya se sabía que dibujabas, entonces esa no fue tu primera caricatura.
¡Verdad, chica! Yo fui dibujante después que terminé el bachillerato…
Pero más o menos a qué edad fue que empezaste a dibujar.
Yo tendría aproximadamente diecisiete años. Allá en Caibarién los muchachos nos íbamos a jugar pelota en un terreno, pero yo, de entretenido, me quedaba siempre en el suelo dibujando con fango, haciendo muñecos, y entonces me gritaban: ¡oye, pero tú eres bobo, se fue la pelota!, ¡ah, coño, verdad!, les decía y me paraba. Porque lo mío era hacer muñecos en el fango.
¿Y por qué en el fango, no había un pedazo de papel?
Es que mi pueblo era un pueblo fangoso, con puerto de mar. En el Instituto me botaron en segundo año porque pinté en la pared al director, dándose un beso con una muchacha de allí mismo. Esa fue la primera caricatura que yo recuerdo haber pintado cuando era muchacho. A partir de ahí ya me pongo a dibujar cosas, a hacer letreritos, hasta que me hice rotulista.
¿Cómo llegas a La Habana?
Mi padre me trajo a estudiar a la Escuela de Odontología, pero a los tres meses del primer año me fui a Placetas y ahí me puse a hacer letreros, a sacar candela, a pasar hambre. Desde entonces no he hecho más que pintar muñecos.
DE REGRESO AL ASFALTO.
Háblame de la revista Zig-Zag.
No trabajé en Zigzag. Cuando Zigzag yo andaba ya por los caminos.
¿Qué caminos, Alben?
Bueno, estuve en Jamaica dos años.
¿Cómo fuiste a parar allí?
Por aquí andaba una compañía de espectáculos grandísima que se llamaba Coney Island Park y al dueño le hablaron de un pintor que hacía caras….
Pero eso es ya en La Habana…
Sí, ya vivíamos en La Habana porque al viejo mío, que era comunista, le habían quemado la bodega y una sastrería que tenía y tuvo que venir para acá. Yo trabajaba en la calle haciendo letreros, cuando unos americanos me dijeron que andaban buscando… ¡ah, espérate!, yo sabía un poco de inglés y entonces un empresario, que hablaba un poco de español, me mandó a buscar. Como no tenía antecedentes penales pude firmar el contrato con él y me fui como pintor de un espectáculo que estuvo también por Latinoamérica, había que estar cambiando al español todos aquellos carteles que estaban en inglés.
¿Todavía te acuerdas del inglés?
Me acuerdo de muchas cosas…
Pero a mí me dijeron que te pasaste la vida aprendiendo inglés y nunca aprendiste nada.
Bueeeno… (la risa no le deja hablar), quien te lo dijo tampoco aprendió.
Entonces volvamos a los caminos…
Después me fui con esa gente para Venezuela, Colombia, Chile y Argentina.
Cuando terminas esa etapa, ¿regresas a La Habana?
No, a Jamaica. De Jamaica regreso en el 59. Ya estaba loco por regresar porque me habían llegado noticias de que había triunfado la Revolución.
UNA NUEVA ETAPA
¿Cómo te insertas en la Revolución?
En mi casa todos éramos comunistas. Yo fui militante del Partido Socialista Popular. Un día estoy tomándome un trago en un establecimiento cerca de la calle Infanta y entonces me encontré con Wilson.
¿Ya lo conocías?
¡Qué va! Yo le había pedido un pedazo de papel al dependiente del bar para hacerle una caricatura a un individuo que estaba allí. Sin saberlo, Wilson me estaba mirando y me dice, ¿tú pintas, no? Le respondo que me gustaba hacer muñecos y le cuento mi peregrinar por Venezuela. Fue cuando me dijo que el director que tenían en el periódico era venezolano y que se llamaba Gabriel Bracho Montiel. Le dije que lo conocía de nombre porque él tenía en Venezuela un periódico que se llamaba “El morrocoyo azul”. La cosa paró en que Wilson me invitó a que fuera por allá, para que lo conociera. Comenzaba Palante con Bracho como su primer director.
ETAPA DE PALANTE
Entonces tú eres fundador.
No. Porque cuando llego al periódico, ya Palante llevaba 3 meses saliendo. Eso siempre lo he discutido. Allí estaban Pitín, Blanquito y Wilson. Val no estaba ahí todavía. Así fue como entré a Palante. Alben parece un nombre en vez de un seudónimo…
Un hombre al que no se le pierde nada
Yo había estado pensando en cómo resolver el problema de Alberto Enrique; no me gustaba Alberto porque Ardión ya firmaba con ese nombre y yo quería conservar el Enrique. Entonces le propuse que para diferenciarnos él firmara Merique y me dijo: Merique no, que parece mariquita. Al final se quedó con el Ardión y yo seguí con el Enrique, pero era muy largo, entonces lo acorté, cogí el Alb de Alberto y el en de Enrique y un día empecé a firmar así y se quedó el Alben hasta hoy, al igual que Holmos, un personaje que nadie ha podido hacer.
¿Quién dio a conocer a quién, Holmos a ti o tú a Holmos?
Holmos a mí, incluso mucha gente me dice Holmos. Fue el personaje que me inició; la gente nunca dice Alben. ¡Y mira que hay caricaturas mías por ahí!
¿De quién es la idea original?
La idea original es mía. El primero que me hizo los guiones de Holmos fue Cardi, después fue Evora Tamayo y como he dicho en muchas entrevistas nosotros intercambiábamos ideas y siempre hacíamos temas cotidianos. Los nombres que aparecen en la historieta sí son míos todos, el de la señorita, el de las hermanas…
Mucha gente me dice Holmos
Te voy a hacer dos preguntas y tú me contestas una: ¿qué le debes a Palante o qué Palante te debe a ti?
Coño, me debe más que el carajo. No, en serio, yo creo que en Palante me hice un verdadero profesional. Fueron 35 años de trabajo; quiero mucho a ese periódico y tuve la buena suerte de que todo el que trabajó ahí me quisiera mucho, todo el mundo me quiso mucho.
¿Y a qué se debe eso, por qué crees que la gente te quiere?
Eso no lo sé, porque un tipo feo y raro como yo…
¿tú me quieres? ¿Tú qué crees?, pero sigamos con la entrevista. ¿Siempre haces una caricatura personal con el consentimiento de la persona?
Eso vamos a dejarlo ahí porque yo he tenido varias aventuras con gente que he pintado y me han dado un gaznatón. Si no, no te llamas Alben,
¿es en esta etapa cuando empiezas a perder cosas?
No, chica, en aquel tiempo yo era un tipo casi normal. Después de eso es la anormalidad esta que tengo.
UN HOMBRE AL QUE NO SE LE PIERDE NADA
Tienes un largo historial de objetos perdidos…
¿Quién dice?, a mí no se me pierde nada, eso es cría fama y…
¿Y la cartera con tu libreta de banco y los carnés que se encontró Daysi Chong en una parada de Boyeros, y las veces que se movilizó el periódico completo para encontrar las caricaturas que acababas de hacer, y los espejuelos que nunca estaban donde decías haberlos dejado, y cuando gritaste a voz en cuello que a ti no se te perdía nada y en ese mismo minuto confesaste que se te había perdido tu papá?, ¿sigo?
No, chica, lo que pasa es que yo soy entretenido.
Mira, Gladis se me perdió hace cuestión de unos meses…
¿¡¡Cómo, cómo!!?
Gladis (esposa): me dejó en una parada allá en Boyeros y no se acordaba que yo iba con él. ¡Se fue! Me puse a buscarlo por todo aquello hasta que lo veo en otra parada. Le digo: Alberto, ¿cómo se te ocurre dejarme botada en la parada?, y me dice: -¡Ay, vieja no me acordaba que venía contigo!
¿Y qué tú haces aquí? -le vuelvo a preguntar.
Yo nada, sentado esperando la guagua para ir para la casa.
¡¡Pero a él no se le pierde nada!!
UN JOVEN DE 82 AÑOS
Dime la fórmula para llegar a tu edad en tan buena forma.
Estar contento siempre. Las cuatro veces que me he divorciado han sido sin bronca, hoy por hoy las cuatro me quieren muchísimo. El truco es no molestarte, que nada te empiece a roer adentro, ni la envidia ni el miedo. El miedo hace que uno se ponga viejo. Yo pudiera ser aquí, digamos, un cacho.
¿Un cacho?
Un cacho de mierda, porque estoy a punto de ser operado y mírame, feliz y contento… Otra cosa: comer poco, no pasar malas noches y caminar mucho.
Volviendo al tema de la caricatura. ¿Qué le dirías a los caricaturistas jóvenes?
Que aprendan y piensen en esto: es necesario que el que va a “meterse” en la caricatura se haya dado cuenta de que es humorista. Hay quien cree que porque dibuja o es un buen dibujante, es humorista. Y es el error más grande. Cuando tú encuentres las dos cualidades, vas a estar frente a un humorista listo para trabajar en un periódico.
Decía Cardi que el humorismo no es un problema de estudio, sino de naturaleza del individuo. Cuando se habla de la caricatura en Cuba, tú eres un referente obligatorio…
Lo que pasa es que he trabajado mucho, tengo alrededor de 200 mil caricaturas y antes de que me lo preguntes tengo todas las medallas y varios primeros premios en caricatura personal, aunque no me gusta concursar.
Entonces háblame del mural de Palante
Tiene como 25 años. La idea fue mía y ahí trabajamos la China, Míriam, Wilson, Blanquito, José Luis, Val con esa magnífica cafetera que quisiera conservar… por eso si me pongo bien, me gustaría volver a hacerlo.
Cuando entras a Palante, ¿qué te dice ese mural?
Me da lástima verlo, se ha hecho tierra. Lo que estoy pensado es cómo hacerlo nuevo antes de morirme.
Eso no te pega, ¿quieres agregar algo más?
Sí, yo agregaría ahora que me invitaras a comer un pan con jamón y un batido ahí en la esquina.
Aunque no estoy dispuesta a que me dejes botada por ahí te invito, sólo que tú, maestro, tienes indicada dieta blanda, ¿o ya se te olvidó?